Algo parecido al amor.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Era difícil decir adiós. Después de todas las cosas que entre nosotros habían ocurrido, después de la pasión, del odio, del desamor, de las caricias, de las miradas, de la química, de las palabras, de nuestros labios, de las manos, de nuestros cuerpos, de las confidencias, de los engaños, de las mentiras, de los fugaces encuentros, de los ratos de desvelo, de los sueños, de los viajes construidos, de las ventanas rotas, de las penetraciones, de los encantos, de nuestros juegos, de los suspiros, de las tristezas, de la armonía, de la similitud, de la ira, de las despreocupaciones, de las escasas razones, de la practica oculta, de las guías telefónicas, de las salidas a comer, de los relatos compuestos y de nuestra historia, después de todo, era un trozo de mi vida que se iba con él.

Creí por un instante, que podía suceder como en mis historias: el dejaría su orgullo a un lado y yo el mío al otro, pero esto era diferente. Tras cada paso que daba hacia mí, me iba convenciendo de que debía dejar la idea de despedirme, pero de ser así, nunca podría volar y seguiría amarrada a este sueño loco, debía convencerme de que si no le dejaba, mi vida no podría seguir.

Él aferrado a su estabilidad y yo aferrada a él inestablemente, era un trío de a dos. En pocas palabras le dije que la pasión no era lo único en mi vida, y que estaba cansada de volverme loca por un demente que no le interesa que el sol brille al revés, ni que las estrellas enmudezcan en las playas.
Llovía, mi corazón se había afligido tan solo un segundo, pero luego, bajo la lluvia y mis promesas solo para mí misma, me encerré bajo siete llaves invernando, por encontrar nuevamente algo, algo parecido al amor.