Argenix

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Cuando le conocí…

Simplemente creí que no se diferenciaría en nada al resto, que la simpatía rodearía nuestra conversación y que más tarde le olvidaría como a cualquier otro, pero… me fue imposible no interiorizarme en su persona.

Su nombre estaba compuesto por Ángel y fénix: el mensajero de Dios y el ave que se convierte en cenizas para renacer de entre ellas.

¿Sería tan descabellado pensar que él era mi enviado y que su capacidad de regeneración pudiese curar aquellas heridas que la soledad había plasmado en mi
pecho por tantos años?.

Luego que se marchó, sentí estrepitosamente la necesidad de correr hasta donde él estaba, pero ya era demasiado tarde, los últimos rayos del sol le habían consumido por entre las calles de una ciudad que apenas comenzaba a prender su brillo propio.

“Argenix” susurraba en oculto mi mente, su nombre deambulaba por mis pensamientos en la cotidianidad de las palabras vagas, mientras inconscientemente trataba de proyectar su silueta, pero nada podía recordar de aquél día más que su voz y sus palabras.

Me vi envuelta en una necesidad obsesiva e inconsciente, caminaba y en el cielo buscaba sus alas, mientras me dirigía a mis quehaceres escuchaba melodías suaves de un violín lejano, sentía la necesidad de olores melancólicos y encontrar entre las miradas de mil desconocidos una mirada que se me hiciese familiar, una mirada donde pudiese refugiarme y reconocerle.

Los días, las semanas, los meses y los años, agotaron en mí sus vidas y tras cada aurora sentía perder algo más que mi conciencia. Otoños enteros desnudaron para mí sus ropajes, inviernos plegados de frío incontrolable y aquella necesidad de plasmar un abrazo entre los brazos de un extraño no eran más que ecos de un pasado que no volvería, algo que viviría tan solo una vez en la vida.

Cuando niña creí ver un ángel, cuando joven creí conocerle, cuando adulta creí recordarle y ahora de anciana ya no creo, pues tengo la certeza de que a pesar de mis canas pintadas y mi piel desgastada le veré tan radiante como aquella vez, Argenix me llamará y dormiré profundamente.