Milagro.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Era una noche cualquiera, como muchas otras en la que socialmente compartía con un grupo de gente música elevada y algo para tomar.

No recuerdo ni cómo se veía la luna ni qué canción fue la que más me agradó, sólo que compartí unas palabras con una persona cualquiera que de cualquier manera terminamos distanciándonos durante el pasar de las horas. Los minutos corrieron a la velocidad que corren normalmente cuando te diviertes y para aliviar el cansancio del cuerpo, simplemente quería recostarme sobre algún sitio llano.

Aquél día si había mirado la luna, le conocí como a cualquier otra compañera de trabajo, saludar en ir y venir y una despedida fría como a cualquier otra. Esa noche miré la luna porque sí estaba en todo su esplendor y me alegraba sentirme tan pleno en la soledad de una vida sin preocupaciones amorosas, hasta aquella noche, en la que simplemente, no vi en qué estado anímico se encontraba aquella caprichosa señorita iluminando el cielo.

Por fin encontré un sitio donde recostarme y sin darme cuenta ella también reposó a mi lado. Le había conocido aquel día en que la luna brillaba y ahora, entre el sueño y el cansancio sólo me entregué al sueño. El sol desplazó el amanecer poco a poco y en la naturalidad del despertar, nuestras manos simplemente se encontraban entrelazadas, sosteniendo la mía la de ella.

Mientras caminaba hacia el paradero me preguntaba qué me había llevado a despertar de aquella manera, pero en silencio caminábamos al paradero. La luna quizá qué pensaría si me viera, pero, no me pregunten por qué ni como, simplemente sucedió, le abracé como quien ama ya sin saberlo, y desde allí que…

Ocurrió el milagro.
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A mi estimado y queridisimo amigo Frenando, nunca dejes de luchar por un milagro.