Un otoño diferente.

domingo, 22 de mayo de 2011

Una caminata inofensiva, por los por los parques a mediados de otoño, con la característica melancolía de las hojas en aquellas fechas, que, una a una se reúnen para alfombrar los pasos alentados de quienes disfrutan su desfile desde la rama al pasto húmedo de las frías mañanas.

Por las ventanas asomándose los primeros madrugadores de mediodía, luciendo un café y una bata, con los canes trotando entre palomas y unas nubes enternecedoras que tapizan el sol para no darle tregua.

Las puntas de los dedos enfriados por la falta de los guantes (“pues aún no son necesarios” piensan quienes no piensan en las puntas de sus dedos) mientras pasean pensando en la mortalidad del cangrejo y en las sonrisas que esperan después de verle…


Con un abrigo rosa se aproxima una señorita de piel blanca, encantadora como un tazón de chocolate caliente en estas fechas y acogedora como el abrazo añorado por semanas. Las flores aun sobrevivientes al clima parecen sonreírles como ellos a la vida y tomados de las manos le dan una cálida despedidas a las hojas que alfombran su pasear lento y sin rumbo por los parques a mediados de otoño.

Un otoño diferente.

Una caminata inofensiva, por los por los parques a mediados de otoño, con la característica melancolía de las hojas en aquellas fechas, que, una a una se reúnen para alfombrar los pasos alentados de quienes disfrutan su desfile desde la rama al pasto húmedo de las frías mañanas.

Por las ventanas asomándose los primeros madrugadores de mediodía, luciendo un café y una bata, con los canes trotando entre palomas y unas nubes enternecedoras que tapizan el sol para no darle tregua.

Las puntas de los dedos enfriados por la falta de los guantes (“pues aún no son necesarios” piensan quienes no piensan en las puntas de sus dedos) mientras pasean pensando en la mortalidad del cangrejo y en las sonrisas que esperan después de verle…


Con un abrigo rosa se aproxima una señorita de piel blanca, encantadora como un tazón de chocolate caliente en estas fechas y acogedora como el abrazo añorado por semanas. Las flores aun sobrevivientes al clima parecen sonreírles como ellos a la vida y tomados de las manos le dan una cálida despedidas a las hojas que alfombran su pasear lento y sin rumbo por los parques a mediados de otoño.

Milagro.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Era una noche cualquiera, como muchas otras en la que socialmente compartía con un grupo de gente música elevada y algo para tomar.

No recuerdo ni cómo se veía la luna ni qué canción fue la que más me agradó, sólo que compartí unas palabras con una persona cualquiera que de cualquier manera terminamos distanciándonos durante el pasar de las horas. Los minutos corrieron a la velocidad que corren normalmente cuando te diviertes y para aliviar el cansancio del cuerpo, simplemente quería recostarme sobre algún sitio llano.

Aquél día si había mirado la luna, le conocí como a cualquier otra compañera de trabajo, saludar en ir y venir y una despedida fría como a cualquier otra. Esa noche miré la luna porque sí estaba en todo su esplendor y me alegraba sentirme tan pleno en la soledad de una vida sin preocupaciones amorosas, hasta aquella noche, en la que simplemente, no vi en qué estado anímico se encontraba aquella caprichosa señorita iluminando el cielo.

Por fin encontré un sitio donde recostarme y sin darme cuenta ella también reposó a mi lado. Le había conocido aquel día en que la luna brillaba y ahora, entre el sueño y el cansancio sólo me entregué al sueño. El sol desplazó el amanecer poco a poco y en la naturalidad del despertar, nuestras manos simplemente se encontraban entrelazadas, sosteniendo la mía la de ella.

Mientras caminaba hacia el paradero me preguntaba qué me había llevado a despertar de aquella manera, pero en silencio caminábamos al paradero. La luna quizá qué pensaría si me viera, pero, no me pregunten por qué ni como, simplemente sucedió, le abracé como quien ama ya sin saberlo, y desde allí que…

Ocurrió el milagro.
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A mi estimado y queridisimo amigo Frenando, nunca dejes de luchar por un milagro.