Clarisa.

miércoles, 22 de abril de 2009

Esa extraña capacidad de emocionarse, de abismarse al mar de lágrimas tan rápidamente con tan solo una melodía, era lo que mejor le caracterizaba.

Era dulce y tierna como una niña, y de hecho lo era, mi pequeña Clarisa. Tenía cuatro años, la recuerdo bien con su vestidito rosa, sentada frente al piano tocando las teclas al azar y por inercia inventando una espantosa melodía, pero que para ambas era, la más bella jamás escuchada. Por las noches era ella la que me cantaba para que durmiese, era ella quien soñaba por ambas, pues sabía que ella era mi mente, mis ojos, mis manos y mi voz.
Una mañana fuimos a ver a su padre, hace ya tiempo que me lo pedía, tenía seis años y con la inocencia aún brillándole en los ojos, quería conocerle.
-Clarisa, aquí está tu padre- dije en frente de una fría lápida.
-mam… mamá…- me miró con los ojitos llenos de lágrimas, se aferró a mis piernas como un naufrago al salvavidas y allí se quedó un buen rato hasta que se durmió de tanto llorar.


Sabía que si le decía la verdad sería crudo para ella, por lo que preferí inventarle un buen padre, preocupado y cariñoso, un padre alegre y juguetón que, si estuviese vivo le contaría una fabulosa historia cada noche, que la acompañara cuando sintiera miedo y que le castigaría si algo malo hiciera, por lo que la llevé al lugar donde reposaba mi amigo Luis.

Recuerdo que en vida, tenía los ojos de color verde y podía hacer reír a cualquiera con tal de no verle triste, le quería muchísimo, y a demás nos había dejado justo antes de que diera a luz a Clarisa. Nunca le agrado el padre de ésta: “el desgraciado que te dejó sola” (solía decirme), por lo que se empeñaba en subirme el ánimo diciendo que me visitaría cada día y que la criaría como a una hija… mi querido Luis.
Era el cumpleaños número diez de mi pequeña, con su cabello tomado y un hermoso vestido se empeñaba en sofocar las velas que ardían fervientemente en sus ojitos de muchacha. Se me hacían agua los ojos de tan solo pensar que aquella criatura había llegado a mi vida diez años atrás.
Ese día tuvimos una visita inesperada. Después de que se fueron mis padres y familiares, Clarisa se estaba dando una ducha cuando apareció sin más:
-hola…-dijo el “casi” desconocido- he venido a traerle un regalo a mi hija.
-ni lo pienses-dije estancando la puerta del departamento con un pie- ¿qué derecho crees que tienes?
-pues, el de ser su padre- dijo enojado el muy cínico.
- ¡mira estúpido! ¡No tienes ningún derecho sobre mi hija!, tú no has sido ningún padre para ella, nos abandonaste al momento de saber que ella nacería, eres un…-cuando se escuchó la voz de Clarisa.
-mami, ¿quién es?- dijo desde la puerta del baño.
-nadie mi amor- respondí mirando emputecida al desgraciado.
-¡mentira!-gritó, y me empujó hacia dentro arrojándome de sopetón al piso.
-¡auxilio!- grité con todas mis fuerzas para que viniera algún vecino a socorrerme.
-¡hija mía!- dijo mirando a clarisa mientras cerraba la puerta y le ponía llave.
-¿quién eres tú?-preguntó Clarisa vestida tan solo con una toalla.
-soy tu padre- respondió mientras me golpeaba.

Clarisa al ver lo que hacía trató de apartarlo de mí, pero a su corta edad no tenía la suficiente fuerza como para hacerlo, por lo que de un solo tirón la lanzó lejos. Me amordazó con cinta que traía en la chaqueta y me amarró con unos cables del teléfono. El olor a alcohol que expedía era fuertísimo, pero aún así era capaz de sujetarme y violentarme de tal manera que me dejó casi inconsciente en el piso. Entre tanto mi pequeña fue corriendo al cuarto de baño y lo cerró bajo llave, su llanto era horriblemente aterrorizador.

-ven mi pequeña- le decía el lunático- ábreme la puerta, no te voy a hacer nada… y Clarisa le creyó.

En ese momento pesó sobre mí la idea de mantenerla ingenua hasta entonces, pesó el no haber tenido la suficiente fuerza como para golpearle, pesó sobre el hecho de que ella fuera la niña y no yo, me pesó en el alma haber conocido a tal desgraciado, pues me arrancó la vida, me arrancó mi fuerza, mi razón y a mi hija.

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Nota del autor: No quise darle un final tan sangriento pues se que "algunos" me lo cuestionarían, a demás, solo era una niña, prefiero hacerles cosas raras a personajes mayores de edad o al menos un poquito más grande.
No olviden dejar su comentario =)
saludos!

Engaño de mentira.

miércoles, 15 de abril de 2009

Uno de mis designios era ser lo que no fui cuando pasé el umbral de mis propios deseos. Acá, estoy tan sola como la lluvia en una noche dentro de la luna, intentando olvidar, intentando calmar mis atrasados intentos.

Volví para perdonar, para que te arrepintieses de toda culpa pero allí estabas, tan campante como cuando conmigo estabas, pero campantemente con ella en tus brazos y con mi familia a cuestas de tus engaños. Todos lo sabían, todos eran testigos innatos de mi desgracia menos yo, menos la que siempre trató de que todo funcionara, la reina de las segundas oportunidades, la que como tonta creía cada uno de tus desenfrenados engaños.

No recuerdo que fue lo primero que hice, si correr o si me abalanzarme contra ti tratando de quitarte o quitarme la vida.

La venganza soñada.

sábado, 11 de abril de 2009

Recordar, solo hacerlo ya lastima. Pero quién soy yo para privarme del delicioso dolor, una simple mortal, tan vulnerable como cualquiera.

Aquella noche sollocé idiotamente sobre el cuerpo de quien había sido mi amante, nunca pensé que las cosas llegarían a tanto o que yo guardara tanto rencor a tal ser que hace tan solo unos instantes me había confesado que lo había tramado todo para poder estar conmigo “mi primera vez”. Tomé el cuchillo eléctrico y fui hasta la cama donde aún reposaba glorioso el muy desgraciado, tenía tan solo dieciséis años, aún con el mundo dándome vueltas me acerqué llorando, sintiéndome despojada, ultrajada, utilizada. Le propiné una sonrisa y allí, semidesnuda frente a él, le cercené la cabeza. El resto solo fue llanto.

Han pasado ya algunos años, pero no he sido aún capaz de asimilar lo que hice. Estudiando en la Universidad, a veces me apetece hacerle algo similar a mis cercanos, pero, la vida no va de impulsos ¿verdad?.


Llueve, como pocos días en Santiago, mucho frío y pozas por donde se mire, creo que son el fiel reflejo de una ciudad “al lote”. Camino por las pozas recordando cosas sin sentido, cuando de repente entre la poca gente de mediodía se me aparece su fantasma caminando:

-¿cómo estás?- dice mientras sonríe cariñosamente.
-bien…- contesté titubeante, pues era una alucinación más real de lo que creía.
-¡tanto tiempo sin verte!, ¿qué es de tu vida?, no te veo hace como cuatro años- dijo mientras caminaba a mi lado.
-pues se supone que tendría que ser así- dije evocando el recuerdo de su exquisito asesinato.
-ah! Tu lo dices por esto- dijo descubriéndose el cuello, mostrándome una profunda cicatriz que abarcaba todo su contorno.
-¿qué…? ¿Cómo se supone…? ¿Tú no estás…?-pregunté titubeante mientras me petrificaba de la impresión.
- mi queridísima… sólo tenias dieciséis, ahora con veinte creo que lo puedes entender…- dijo sonriendo mientras me abrazaba y me hacía caminar junto a él.

No sabía que pensar, estaba totalmente desorientada, no sabía que decir o cómo reaccionar, hasta que finalmente sentí ese molesto pitido que emitía alguna máq1uina, poco a poco comencé a abrir los ojos: estaba en el hospital.
En una pequeñísima fracción de segundos, mientras moría, fui feliz con mi venganza, le había matado al muy desgraciado, pero lo realmente verdadero era que simplemente no le había matado, si no que esa misma noche yo, había tratado de suicidarme y que aún tenía dieciséis, y que por ende aún no iba a la universidad, y que era primavera, no invierno. Por eso, en esa pequeñísima fracción de segundos, por muy cortitos que fueran cerré los ojos y decidí que ese pitido chillón no fuera intermitente, sino más bien… parejo. Mi corazón por fin ya no sentía dolor, estaba pleno, tranquilo y ya no tenía que bombear sangre a todo el cuerpo, ya no era una simple mortal, por lo que podía darme el lujo…

De no sufrir nunca más.

La noche Clamatkina.

miércoles, 8 de abril de 2009

Jugaba entre la ajetreada noche de mi ciudad manejando como si la vida se me fuera en ello un viernes tardío de noche.

Eran más de las dos de la madrugada del día sábado cuando el cansancio de la semana azotó mi cabeza y mis demás miembros. Me dejé caer sobre la cama, observando el vacío de mis horas, me sentí vacía por tres segundos hasta que llegó Tom, el gran “Señor Tom” a acariciar mis piernas que colgaban de la cama como hilachas de mi cuerpo. Su cola se enredaba mientras sus maullidos reclamaban el olvido de su dueña: la cena.
La semana pasó y clamatkina allí se quedó, acostada sobre su cama con un señor Tom que acariciaba sus fallecidas y gélidas piernas que colgaban de la cama… sus maullidos se preguntaban por qué su dueña no despertaba a darle la cena.

Allá es igual que acá.

martes, 7 de abril de 2009

Era un extraño lugar, para todos era tan obvio como la luz solar o las contaminadas ciudades, pero para ella no. Para ella era tan desconocido como la calidez de un abrazo o la dulzura de un tierno beso.
Caminaba por aquella ciudad tan desconocida, tan descolorida y aburrida, tratando de mitigar el calor que se negaba a ceder paso al crudo invierno que, normalmente solía hacer de las suyas en esas mismas fechas. Caminaba con un vestido floreado y sus piernas al viento, su cabello enlazado y una pequeña cartera que, aunque humilde, conservaba por ser un regalo familiar.
Buscaba cómo obtener su pan diario, pero al cavo de llevar una semana caminado entre las ruidosas calles, si ser escuchada siquiera y volviendo a su estrecho cuarto donde la esperaba el arrendatario con cara de pocos amigos, tuvo que tomar sus paupérrimas prendas y largarse una tarde de abril a las calles, sin un techo que le cubra más que el de las pocas estrellas que quedaban en el cielo de Santiago.

Caminó hasta encontrarse con algunos compatriotas pero a pesar de proceder de la misma patria, ninguno de ellos le prestó ni una mirada, ni abrigo. Su sonrisa se la llevaba la cálida brisa que merodeaba por esos lugares, su esperanza se fue desasiendo con las lágrimas que a regañadientes salieron de sus ojos, pero siguió caminando, siguió aún caminando cuando un auto paró a su lado y un hombre borracho le invitó a subirse, ella corrió desesperadamente, pero su sombre le seguía, una sombra extraña, una sombra que salió de aquella proposición indecente, de aquellas palabras tan conocidas para ella, de aquel borracho excitado.

Y de a poco comenzó a darse cuenta que tal ciudad tan descolorida en realidad no era tan diferente al pueblo del cual ella procedía, no había trabajo, la gente era indiferente e inhumana, y también habían deseos que suplir : “qué más da”, pensó ella, si podía vivir de aquellos deseos en mi pueblo, ¿por qué no hacerlo acá?.

Relato de despedida para Clak.

Podría escribir tantas cosas, cómo que tu recuerdo me causa dolor, como que el pasado me atormenta pues lleva tu nombre escrito en su regazo, como que lloraría mil mares porque me siento sola y abandonada, pero simplemente no lo haré, porque he sido yo la que ha decidido marcharse.

Decir adiós o simplemente darse la vuelta y cambiar de rumbo no ha sido fácil, últimamente las noches son más frías, a pesar que en las pasadas no estabas conmigo, simplemente con solo pensar en ti ese frío se disipaba rápidamente entre las penumbras, pero de eso ya nada queda.
Las mañanas han cambiado de color, el sol ya no suele ser el mismo a medio día y las hojas otoñales han caído sobre mis pisadas, esas que quieren alejarse cada vez más de ti, pero como por arte de magia o simplemente rutinismo puro he vuelto a done siempre nos veíamos (aunque ahora en compañía de otro) simplemente he vuelto a nuestros lugares.

He tratado de reconstruí nuestras charlas con otras mentes, en otros labios he tratado de encontrar tu sabor, pues aunque nunca lo sentí, lo intuyo perfectamente, las caricias de los demás, las sonrisas perfectamente esculpidas sobre sus rostros, no se comparan con la tuya. Yo era tuya y lo sabías, solo… no quisiste tomarlo y aquí me tienes, tratando de olvidarte buscándote desesperadamente en los brazos de otros, en las caricias y miradas de otros que simplemente no me conocen.

Se que no soy la mujer perfecta y que nunca lo seré, incluso sé de antemano que no soy mujer para ningún hombre, no estoy hecha para nadie, pero aún así, que ganas del olvidarte completamente para dejar de soñar, con que algún día encontraré a alguien como tú, tan perfecto, tan humano, que me quiera tener a su lado, aunque sea como amiga.

Adiós.