Allá es igual que acá.

martes, 7 de abril de 2009

Era un extraño lugar, para todos era tan obvio como la luz solar o las contaminadas ciudades, pero para ella no. Para ella era tan desconocido como la calidez de un abrazo o la dulzura de un tierno beso.
Caminaba por aquella ciudad tan desconocida, tan descolorida y aburrida, tratando de mitigar el calor que se negaba a ceder paso al crudo invierno que, normalmente solía hacer de las suyas en esas mismas fechas. Caminaba con un vestido floreado y sus piernas al viento, su cabello enlazado y una pequeña cartera que, aunque humilde, conservaba por ser un regalo familiar.
Buscaba cómo obtener su pan diario, pero al cavo de llevar una semana caminado entre las ruidosas calles, si ser escuchada siquiera y volviendo a su estrecho cuarto donde la esperaba el arrendatario con cara de pocos amigos, tuvo que tomar sus paupérrimas prendas y largarse una tarde de abril a las calles, sin un techo que le cubra más que el de las pocas estrellas que quedaban en el cielo de Santiago.

Caminó hasta encontrarse con algunos compatriotas pero a pesar de proceder de la misma patria, ninguno de ellos le prestó ni una mirada, ni abrigo. Su sonrisa se la llevaba la cálida brisa que merodeaba por esos lugares, su esperanza se fue desasiendo con las lágrimas que a regañadientes salieron de sus ojos, pero siguió caminando, siguió aún caminando cuando un auto paró a su lado y un hombre borracho le invitó a subirse, ella corrió desesperadamente, pero su sombre le seguía, una sombra extraña, una sombra que salió de aquella proposición indecente, de aquellas palabras tan conocidas para ella, de aquel borracho excitado.

Y de a poco comenzó a darse cuenta que tal ciudad tan descolorida en realidad no era tan diferente al pueblo del cual ella procedía, no había trabajo, la gente era indiferente e inhumana, y también habían deseos que suplir : “qué más da”, pensó ella, si podía vivir de aquellos deseos en mi pueblo, ¿por qué no hacerlo acá?.

0 comentarios: