El precio de la verdad

viernes, 16 de octubre de 2009

De un suspiro le quiete el alma a ese pobre hombre. Me miraba fijo, con el corazón en la mano, llorando lágrimas azules por no corresponderle. No fui sincera, le utilicé en un arranque de lujuria mientras él desnudaba su persona sinceramente, esperando obtener lo mismo a cambio de su honesto acto. Simplemente le besé con pasión, le acaricié con ternura para luego construir un muro de inseguridades, miedos y lejanías, algo imposible de alcanzar. Sufrió, murmuro algunas palabras. Esperaba que me odiase, esperaba un grito, un golpe tal vez, pero simplemente agachó su cabeza, apretó el corazón aún palpitando y le arrojó al fango.


Aquella tarde llovía a cantaros. Después de confesarle la verdad, sentí que me había sacado un peso de encima, caminé en dirección contraria a la de él, caminé chapoteando el barro, sentía mi cuerpo más liviano pero también sentía un pequeño dolor en el pecho, como si me hubiesen trisado el corazón. Miré mi pecho y extrañada vi que unas gotas de sangre empapaban la blusa, abrí rápidamente los dos primeros botones y me di cuenta que las gotas provenían de mi corazón, al parecer se había llevado una parte del mío sin que me diese cuenta. Presioné la hemorragia, lo primero que pensé fue en llegar a un hospital, en pedir auxilio, pero al parecer la gente se iba extinguiendo a medida que avanzaba. Mis pasos eran cada vez más cortos y lentos, mis manos ya estaban totalmente ensangrentadas y fui a dar a un sucio y oscuro callejón.


-duele, ¿verdad?- dijo una voz al fondo de la callejuela oscura
-si, duele mucho- mustié sin apenas poder respirar
-a mi… -dijo tosiendo- me dijeron que no me amaban, ¿y a ti?
-le dije que…-suspiré- que no le amaba
-vaya, vaya… si que es pequeño el mundo y grande nuestra desdicha…-dijo tratando de incorporarse- venir a morir a un sucio callejón y todo por amor
-no importa- dije ya sin fuerzas- al menos yo me lo merezco, tu no
-creo… que es una buena causa de muerte- estaba de pié junto a mí, era un hombre de unos treinta años, alto, bien vestido y con un hueco en el pecho- mira, dejé de sangrar- dijo sonriendo
-yo… no.

2 comentarios:

Luis Gonzalo dijo...

Interesante la historia;

Me gusta la similitud que tiene con la realidad y la manera en que se va desarrollando el destino de ésta hasta su punto final.

Quizá el primer verso tiene hechos que nos han ocurrido y eso hace que nos interesemos más por conocer toda la historia del autor.

Mariela dijo...

muchisimas gracias Luis por tu comentario

=)

Mariela.